
La desesperanza y la
desilusión que le produjeron la guerra y una serie de tragedias
domésticas, y sus intentos por encontrar soluciones, se convirtieron en
el asunto de su posterior obra novelística. Sus escritos se fueron
enfocando hacia la búsqueda espiritual de nuevos objetivos y valores que
sustituyeran a los tradicionales, que ya no eran válidos. Demian
(1919), por ejemplo, estaba fuertemente influenciada por la obra del
psiquiatra suizo Carl Jung, al que Hesse descubrió en el curso de su
propio (breve) psicoanálisis. El tratamiento que el libro da a la
dualidad simbólica entre Demian, el personaje de sueño, y su homólogo en
la vida real, Sinclair, despertó un enorme interés entre los
intelectuales europeos coetáneos.
Las novelas de
Hesse desde entonces se fueron haciendo cada vez más simbólicas y
acercándose más al psicoanálisis. Por ejemplo, Viaje al Este (1932) examina en términos junguianos las cualidades míticas de la experiencia humana. Siddharta
(1922), por otra parte, refleja el interés de Hesse por el misticismo
oriental —el resultado de un viaje a la India—; es una lírica novela
corta de la relación entre un padre y un hijo, basada en la vida del
joven Buda.
El lobo estepario (1927) es quizás la novela más innovadora de
Hesse. La doble naturaleza del artista-héroe —humana y licantrópica— le
lleva a un laberinto de experiencias llenas de pesadillas; así, la obra
simboliza la escisión entre la individualidad rebelde y las convenciones
burguesas, al igual que su obra posterior Narciso y Goldmundo (1930). La última novela de Hesse, El juego de abalorios
(1943), situada en un futuro utópico, es de hecho una resolución de las
inquietudes del autor. También en 1952 se han publicado varios
volúmenes de su poesía nostálgica y lúgubre.
Hesse, que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1946, murió el 9 de
agosto de 1962 en Suiza