La piedra filosofal es una supuesta sustancia que según la alquimia tendría propiedades extraordinarias, como la capacidad de transmutar (conversión de un elemento químico en otro) los metales vulgares en oro.
Existirían dos tipos de piedra: la roja, supuestamente capaz de
transmutar metales innobles en oro, y la blanca, cuyo uso transformaría
dichos metales innobles en plata.
La roja se obtendría empleando la Vía Seca; la blanca a través de la
Vía Húmeda; en ambos casos el elemento de partida sería la pirita de hierro.
Sus orígenes parecen estar en una antigua teoría
alquímica que proponía analizar los elementos Aristotélicos atendiendo a
sus cuatro "cualidades básicas": calor, frío, sequedad y humedad. El fuego sería caliente y seco, la tierra fría y seca, el agua fría y húmeda y el aire
caliente y húmedo. Más aún, la teoría propone que cada metal es una
combinación de los cuatro principios; aunque se debe resaltar que
después llegaron a la conclusión de que los elementos eran azufre, plomo y oro. De ella se desprende el fenómeno de transmutación; es decir, el cambio de la naturaleza de un elemento en función del cambio en sus cualidades.
La piedra filosofal y el elixir de la vida, eran algo buscado y codiciado debido a las virtudes maravillosas que se le suponían; no sólo la de conseguir oro, sino también la de curar algunas enfermedades y otorgar la inmortalidad. Para la fabricación de oro se buscaba un material que facilitase la mezcla de mercurio y azufre,
porque teóricamente ése era el camino acertado. La función
transmutadora y la de otorgar la vida eterna están relacionadas: una
característica del oro es que se oxida más lentamente que otros metales;
es decir: el oro es "inmortal"; por lo tanto, si se descubría cómo
formar oro a partir de otros elementos, esperaban poder hacer el cuerpo
humano inmortal.
Las supuestas características físicas de la piedra filosofal también
varían según diversas fuentes. Generalmente se la presenta como
materiales minerales amorfos o cristalinos de diversos colores. Incluso
en obras relativamente modernas como "El Retorno de los Brujos" se
menciona la posibilidad de que la piedra filosofal en sí misma sea un
gas, "nube de electrones", plasma o cuerpo similar no sólido, que tiene
la propiedad de penetrar el vidrio u otros cuerpos cristalinos y quedar
almacenada allí. Según algunas teorías, en forma estable puede llevarse
fuera del laboratorio y activarse luego con fuego para usarse cuando sea
necesario.
Hay vertientes más místicas de la alquimia que creen que, en
realidad, la obra y la piedra filosofal no son realidades físicas, sino
metáforas del perfeccionamiento espiritual.
Por otra parte se afirma que el "lapis philosophorum" era el conocimiento, y lo que se buscaba era realmente la ciencia
pura.
Para realizar las supuestas tres fases del magisterio
(Nombre dado a las tres fases que se deben hacer para llegar a
construir la piedra) se debe poseer una llama de fuego encendida
calentando la materia prima de la piedra, durante años, pues el
alquimista pretende "imitar" a la naturaleza la cual se demora tiempo y
debe tener paciencia para crear algo.
Una de las características de la alquimia es que se establece un
lenguaje confuso en los escritos con el fin de despistar a quien quiera construirla. Así, se supone
que las referencias a al Azufre y el Mercurio
no se referían a los elementos quimicos normales, sino a algún tipo
de variante de los mismos solo conocida por los alquimistas. Por eso
algunos autores alquimistas hablan del mercurio de los filósofos, por
ejemplo, para dar una pista que no es el elemento mercurio.
Sobre los pasos para realizar la piedra filosofal se cree que estos están de forma explícita en "Mutus liber"
o libro mudo. Aquí también se encontrarán símbolos que indican Azufre y
Mercurio, pero cabe destacar que no son los elementos químicos S y Hg,
sino compuestos obtenidos de los pasos previos a la realización de la Gran Obra.
Reacciones químicas y física nuclear
Con la aparición de la física nuclear se demostró que la idea de convertir plomo en oro resultaba posible, ya que bastaría con extraer 3 protones de un átomo de plomo (de 82 protones) para obtener un átomo de oro (de 79 protones).
Con el tiempo la idea de transmutación fue sustituida por la práctica de las reacciones químicas
y el creciente conocimiento de la naturaleza de los elementos químicos
hizo que cada vez quede más claro que la transformación de los metales
en oro o, más generalmente, la transformación de un elemento en otro es imposible mediante los procesos que usaban, ya que se necesitaría
una cantidad de energía enorme para lograr cambios físicos en el núcleo
atómico. Estas transformaciones sólo funcionan con millones de veces más
energía
de trabajo de procesos y métodos nucleares, tales como se aplican todos
los días en los reactores nucleares para la producción de plutonio en grandes cantidades. En 1980, el físico estadounidense y Premio Nobel, Glenn Theodore Seaborg,
fue el primer hombre en usar métodos nucleares para transmutar varios
miles de átomos de plomo en oro (el oro de síntesis).